En la vida, los momentos en que más se derrumbó fueron aquellos en los que sintió un profundo perdón hacia sí misma. A menudo pensaba en el pasado, y cada vez que lo hacía, la carga en su corazón aumentaba hasta que no podía contener las lágrimas. A aquella niña llena de confianza y sueños, lo único que podía decirle era “lo siento”. Lo siento por haber cambiado, lo siento por no cumplir sus sueños de infancia, lo siento por no haberla protegido.
Cuando la culpa hacia sí misma se hacía insoportable, hubo veces en que, cobardemente, quiso abandonar lo poco que aún le quedaba. Aunque mil veces más debía esforzarse por aquella versión pasada de sí, ya estaba demasiado cansada con solo cargar la actual. Todo aquello que fingía soportar frente a los demás —aparentar ser fuerte, hacer como si nada pasara— en realidad eran miedos que no podía superar.
Había seguido al pie de la letra lo que se le pedía, con la esperanza de que eso le diera un futuro, ¿entonces por qué era tan difícil? Todo se convirtió en una sucesión de días incomprensibles. Escuchó a los adultos, creyendo que si los obedecía llegaría a ser alguien. Mientras otros avanzaban, aunque ella sintiera que se quedaba atrás, luchaba desesperadamente porque sabía que si no hacía nada, quedaría relegada. Pero descubrir que el resultado fue perderse a sí misma le resultaba demasiado injusto.
Tras iniciar el viaje para reencontrarse, siguió los recuerdos uno por uno, y todas las emociones acumuladas a lo largo de los años regresaron de golpe. Había tantas cosas que no tomó no por desinterés, sino porque se amaba demasiado y no quería hacerse más daño. Había tantas cosas que soltó para no seguir herida.
Aquel desorden interior que aparecía cuando estaba sola seguía dentro de ella. Sin embargo, al descifrar la pregunta “¿quién soy yo?”, empezó a vislumbrar qué es lo que realmente deseaba y hacia dónde se dirigía su pasión.
El rojo intenso y fuerte que poseía desde el principio, junto a los tonos oscuros pero contenidos que nacieron de sus experiencias vividas. Todos esos colores eran su singularidad, su identidad.
.
.
.
La vida nunca fluye en una sola dirección, sino en muchas.
Y en esas corrientes, espero que encuentre su propio color.
En la vida, los momentos en que más se derrumbó fueron aquellos en los que sintió un profundo perdón hacia sí misma. A menudo pensaba en el pasado, y cada vez que lo hacía, la carga en su corazón aumentaba hasta que no podía contener las lágrimas. A aquella niña llena de confianza y sueños, lo único que podía decirle era “lo siento”. Lo siento por haber cambiado, lo siento por no cumplir sus sueños de infancia, lo siento por no haberla protegido.
Cuando la culpa hacia sí misma se hacía insoportable, hubo veces en que, cobardemente, quiso abandonar lo poco que aún le quedaba. Aunque mil veces más debía esforzarse por aquella versión pasada de sí, ya estaba demasiado cansada con solo cargar la actual. Todo aquello que fingía soportar frente a los demás —aparentar ser fuerte, hacer como si nada pasara— en realidad eran miedos que no podía superar.
Había seguido al pie de la letra lo que se le pedía, con la esperanza de que eso le diera un futuro, ¿entonces por qué era tan difícil? Todo se convirtió en una sucesión de días incomprensibles. Escuchó a los adultos, creyendo que si los obedecía llegaría a ser alguien. Mientras otros avanzaban, aunque ella sintiera que se quedaba atrás, luchaba desesperadamente porque sabía que si no hacía nada, quedaría relegada. Pero descubrir que el resultado fue perderse a sí misma le resultaba demasiado injusto.
Tras iniciar el viaje para reencontrarse, siguió los recuerdos uno por uno, y todas las emociones acumuladas a lo largo de los años regresaron de golpe. Había tantas cosas que no tomó no por desinterés, sino porque se amaba demasiado y no quería hacerse más daño. Había tantas cosas que soltó para no seguir herida.
Aquel desorden interior que aparecía cuando estaba sola seguía dentro de ella. Sin embargo, al descifrar la pregunta “¿quién soy yo?”, empezó a vislumbrar qué es lo que realmente deseaba y hacia dónde se dirigía su pasión.
El rojo intenso y fuerte que poseía desde el principio, junto a los tonos oscuros pero contenidos que nacieron de sus experiencias vividas. Todos esos colores eran su singularidad, su identidad.
.
.
.
La vida nunca fluye en una sola dirección, sino en muchas.
Y en esas corrientes, espero que encuentre su propio color.
En la vida, los momentos en que más se derrumbó fueron aquellos en los que sintió un profundo perdón hacia sí misma. A menudo pensaba en el pasado, y cada vez que lo hacía, la carga en su corazón aumentaba hasta que no podía contener las lágrimas. A aquella niña llena de confianza y sueños, lo único que podía decirle era “lo siento”. Lo siento por haber cambiado, lo siento por no cumplir sus sueños de infancia, lo siento por no haberla protegido.
Cuando la culpa hacia sí misma se hacía insoportable, hubo veces en que, cobardemente, quiso abandonar lo poco que aún le quedaba. Aunque mil veces más debía esforzarse por aquella versión pasada de sí, ya estaba demasiado cansada con solo cargar la actual. Todo aquello que fingía soportar frente a los demás —aparentar ser fuerte, hacer como si nada pasara— en realidad eran miedos que no podía superar.
Había seguido al pie de la letra lo que se le pedía, con la esperanza de que eso le diera un futuro, ¿entonces por qué era tan difícil? Todo se convirtió en una sucesión de días incomprensibles. Escuchó a los adultos, creyendo que si los obedecía llegaría a ser alguien. Mientras otros avanzaban, aunque ella sintiera que se quedaba atrás, luchaba desesperadamente porque sabía que si no hacía nada, quedaría relegada. Pero descubrir que el resultado fue perderse a sí misma le resultaba demasiado injusto.
Tras iniciar el viaje para reencontrarse, siguió los recuerdos uno por uno, y todas las emociones acumuladas a lo largo de los años regresaron de golpe. Había tantas cosas que no tomó no por desinterés, sino porque se amaba demasiado y no quería hacerse más daño. Había tantas cosas que soltó para no seguir herida.
Aquel desorden interior que aparecía cuando estaba sola seguía dentro de ella. Sin embargo, al descifrar la pregunta “¿quién soy yo?”, empezó a vislumbrar qué es lo que realmente deseaba y hacia dónde se dirigía su pasión.
El rojo intenso y fuerte que poseía desde el principio, junto a los tonos oscuros pero contenidos que nacieron de sus experiencias vividas. Todos esos colores eran su singularidad, su identidad.
.
.
.
La vida nunca fluye en una sola dirección, sino en muchas.
Y en esas corrientes, espero que encuentre su propio color.
En la vida, los momentos en que más se derrumbó fueron aquellos en los que sintió un profundo perdón hacia sí misma. A menudo pensaba en el pasado, y cada vez que lo hacía, la carga en su corazón aumentaba hasta que no podía contener las lágrimas. A aquella niña llena de confianza y sueños, lo único que podía decirle era “lo siento”. Lo siento por haber cambiado, lo siento por no cumplir sus sueños de infancia, lo siento por no haberla protegido.
Cuando la culpa hacia sí misma se hacía insoportable, hubo veces en que, cobardemente, quiso abandonar lo poco que aún le quedaba. Aunque mil veces más debía esforzarse por aquella versión pasada de sí, ya estaba demasiado cansada con solo cargar la actual. Todo aquello que fingía soportar frente a los demás —aparentar ser fuerte, hacer como si nada pasara— en realidad eran miedos que no podía superar.
Había seguido al pie de la letra lo que se le pedía, con la esperanza de que eso le diera un futuro, ¿entonces por qué era tan difícil? Todo se convirtió en una sucesión de días incomprensibles. Escuchó a los adultos, creyendo que si los obedecía llegaría a ser alguien. Mientras otros avanzaban, aunque ella sintiera que se quedaba atrás, luchaba desesperadamente porque sabía que si no hacía nada, quedaría relegada. Pero descubrir que el resultado fue perderse a sí misma le resultaba demasiado injusto.
Tras iniciar el viaje para reencontrarse, siguió los recuerdos uno por uno, y todas las emociones acumuladas a lo largo de los años regresaron de golpe. Había tantas cosas que no tomó no por desinterés, sino porque se amaba demasiado y no quería hacerse más daño. Había tantas cosas que soltó para no seguir herida.
Aquel desorden interior que aparecía cuando estaba sola seguía dentro de ella. Sin embargo, al descifrar la pregunta “¿quién soy yo?”, empezó a vislumbrar qué es lo que realmente deseaba y hacia dónde se dirigía su pasión.
El rojo intenso y fuerte que poseía desde el principio, junto a los tonos oscuros pero contenidos que nacieron de sus experiencias vividas. Todos esos colores eran su singularidad, su identidad.
.
.
.
La vida nunca fluye en una sola dirección, sino en muchas.
Y en esas corrientes, espero que encuentre su propio color.