“¡Preparados~! ¡Ya!!”
“¡Waaa~~”
Ella siempre fue más lenta que los demás. En las carreras del día de deportes, los padres de otros niños llevaban cámaras y globos de colores para animarles. Ella, en cambio, ya intuía la derrota antes de salir, y no podía hacer otra cosa que mirar la espalda de sus amigos que avanzaban con los ánimos de todos. Y como siempre, no le quedaba más remedio que aceptar la distancia cada vez mayor que se abría entre ellos.
Mientras los demás empezaban a correr desde la línea de salida, la carrera de ella partía de un punto humilde, tan lejano que ni siquiera se veía. Sólo ahora, tras tanto esfuerzo, había logrado alcanzar esa línea de salida. Su adolescencia y juventud, los días en que tuvo que luchar por protegerse a sí misma. Durante todo ese tiempo, una sombra de tristeza imborrable la acompañó, y las lágrimas derramadas en secreto se quedaron como huellas de soledad.
Con la determinación de escapar del lugar donde habitaban sus recuerdos dolorosos, con la promesa de vivir la vida que deseaba, había resistido hasta ahora con un espíritu tenaz. Pero frente a un nuevo comienzo, la tensión, el miedo al fracaso y la tristeza inconsciente irrumpían en su mente como un torbellino.
De pronto, su voz se apagó, y con la embriaguez colmándola, bajó la cabeza y se quedó dormida por un momento.
.
.
.
Una sensación como de haber recibido un golpe en la cabeza.
Una sensación de que algo estaba mal.
La vida de ella había sido mucho más dura y agotadora que la de los demás. Sin embargo, nunca perdió la actitud de protegerse, y siguió adelante en silencio, repitiendo nuevos retos y comienzos, viviendo su vida con plena autonomía.
En cambio, Félix había tenido padres que lo cuidaban, talentos que el cielo le había dado, tiempo para intentarlo una y otra vez… pero siempre se excusaba en todo ello. Hasta entonces no había comprendido nada, no había descubierto nada; simplemente se había dejado arrastrar por el paso del tiempo.
La historia que ella recitó hasta el final dejó en Félix un largo eco. Se hundió en la vergüenza de haber usado las excusas como escudo, y en el remordimiento por todo lo que había dejado escapar. Frente a ella, dormida, se quedó mucho rato en silencio.
En ese instante comprendió que, sin importar la situación o el tipo de vida que uno desee, todo depende de la actitud con que se viva. Que, aunque los obstáculos alarguen el camino, si se avanza paso a paso, el tiempo pasado se llena de sentido.
Félix lo supo: con la fortaleza y la firmeza que ella mostraba, sin duda lograría salir de su confusión y cumplir su sueño.
Y mirándola dormir, abrió por fin la boca:
—Si se trata de ti… al final lograrás cualquier cosa. Gracias a ti, ahora yo también lo sé. Gracias.
“¡Preparados~! ¡Ya!!”
“¡Waaa~~”
Ella siempre fue más lenta que los demás. En las carreras del día de deportes, los padres de otros niños llevaban cámaras y globos de colores para animarles. Ella, en cambio, ya intuía la derrota antes de salir, y no podía hacer otra cosa que mirar la espalda de sus amigos que avanzaban con los ánimos de todos. Y como siempre, no le quedaba más remedio que aceptar la distancia cada vez mayor que se abría entre ellos.
Mientras los demás empezaban a correr desde la línea de salida, la carrera de ella partía de un punto humilde, tan lejano que ni siquiera se veía. Sólo ahora, tras tanto esfuerzo, había logrado alcanzar esa línea de salida. Su adolescencia y juventud, los días en que tuvo que luchar por protegerse a sí misma. Durante todo ese tiempo, una sombra de tristeza imborrable la acompañó, y las lágrimas derramadas en secreto se quedaron como huellas de soledad.
Con la determinación de escapar del lugar donde habitaban sus recuerdos dolorosos, con la promesa de vivir la vida que deseaba, había resistido hasta ahora con un espíritu tenaz. Pero frente a un nuevo comienzo, la tensión, el miedo al fracaso y la tristeza inconsciente irrumpían en su mente como un torbellino.
De pronto, su voz se apagó, y con la embriaguez colmándola, bajó la cabeza y se quedó dormida por un momento.
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Una sensación como de haber recibido un golpe en la cabeza.
Una sensación de que algo estaba mal.
La vida de ella había sido mucho más dura y agotadora que la de los demás. Sin embargo, nunca perdió la actitud de protegerse, y siguió adelante en silencio, repitiendo nuevos retos y comienzos, viviendo su vida con plena autonomía.
En cambio, Félix había tenido padres que lo cuidaban, talentos que el cielo le había dado, tiempo para intentarlo una y otra vez… pero siempre se excusaba en todo ello. Hasta entonces no había comprendido nada, no había descubierto nada; simplemente se había dejado arrastrar por el paso del tiempo.
La historia que ella recitó hasta el final dejó en Félix un largo eco. Se hundió en la vergüenza de haber usado las excusas como escudo, y en el remordimiento por todo lo que había dejado escapar. Frente a ella, dormida, se quedó mucho rato en silencio.
En ese instante comprendió que, sin importar la situación o el tipo de vida que uno desee, todo depende de la actitud con que se viva. Que, aunque los obstáculos alarguen el camino, si se avanza paso a paso, el tiempo pasado se llena de sentido.
Félix lo supo: con la fortaleza y la firmeza que ella mostraba, sin duda lograría salir de su confusión y cumplir su sueño.
Y mirándola dormir, abrió por fin la boca:
—Si se trata de ti… al final lograrás cualquier cosa. Gracias a ti, ahora yo también lo sé. Gracias.
“¡Preparados~! ¡Ya!!”
“¡Waaa~~”
Ella siempre fue más lenta que los demás. En las carreras del día de deportes, los padres de otros niños llevaban cámaras y globos de colores para animarles. Ella, en cambio, ya intuía la derrota antes de salir, y no podía hacer otra cosa que mirar la espalda de sus amigos que avanzaban con los ánimos de todos. Y como siempre, no le quedaba más remedio que aceptar la distancia cada vez mayor que se abría entre ellos.
Mientras los demás empezaban a correr desde la línea de salida, la carrera de ella partía de un punto humilde, tan lejano que ni siquiera se veía. Sólo ahora, tras tanto esfuerzo, había logrado alcanzar esa línea de salida. Su adolescencia y juventud, los días en que tuvo que luchar por protegerse a sí misma. Durante todo ese tiempo, una sombra de tristeza imborrable la acompañó, y las lágrimas derramadas en secreto se quedaron como huellas de soledad.
Con la determinación de escapar del lugar donde habitaban sus recuerdos dolorosos, con la promesa de vivir la vida que deseaba, había resistido hasta ahora con un espíritu tenaz. Pero frente a un nuevo comienzo, la tensión, el miedo al fracaso y la tristeza inconsciente irrumpían en su mente como un torbellino.
De pronto, su voz se apagó, y con la embriaguez colmándola, bajó la cabeza y se quedó dormida por un momento.
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Una sensación como de haber recibido un golpe en la cabeza.
Una sensación de que algo estaba mal.
La vida de ella había sido mucho más dura y agotadora que la de los demás. Sin embargo, nunca perdió la actitud de protegerse, y siguió adelante en silencio, repitiendo nuevos retos y comienzos, viviendo su vida con plena autonomía.
En cambio, Félix había tenido padres que lo cuidaban, talentos que el cielo le había dado, tiempo para intentarlo una y otra vez… pero siempre se excusaba en todo ello. Hasta entonces no había comprendido nada, no había descubierto nada; simplemente se había dejado arrastrar por el paso del tiempo.
La historia que ella recitó hasta el final dejó en Félix un largo eco. Se hundió en la vergüenza de haber usado las excusas como escudo, y en el remordimiento por todo lo que había dejado escapar. Frente a ella, dormida, se quedó mucho rato en silencio.
En ese instante comprendió que, sin importar la situación o el tipo de vida que uno desee, todo depende de la actitud con que se viva. Que, aunque los obstáculos alarguen el camino, si se avanza paso a paso, el tiempo pasado se llena de sentido.
Félix lo supo: con la fortaleza y la firmeza que ella mostraba, sin duda lograría salir de su confusión y cumplir su sueño.
Y mirándola dormir, abrió por fin la boca:
—Si se trata de ti… al final lograrás cualquier cosa. Gracias a ti, ahora yo también lo sé. Gracias.
“¡Preparados~! ¡Ya!!”
“¡Waaa~~”
Ella siempre fue más lenta que los demás. En las carreras del día de deportes, los padres de otros niños llevaban cámaras y globos de colores para animarles. Ella, en cambio, ya intuía la derrota antes de salir, y no podía hacer otra cosa que mirar la espalda de sus amigos que avanzaban con los ánimos de todos. Y como siempre, no le quedaba más remedio que aceptar la distancia cada vez mayor que se abría entre ellos.
Mientras los demás empezaban a correr desde la línea de salida, la carrera de ella partía de un punto humilde, tan lejano que ni siquiera se veía. Sólo ahora, tras tanto esfuerzo, había logrado alcanzar esa línea de salida. Su adolescencia y juventud, los días en que tuvo que luchar por protegerse a sí misma. Durante todo ese tiempo, una sombra de tristeza imborrable la acompañó, y las lágrimas derramadas en secreto se quedaron como huellas de soledad.
Con la determinación de escapar del lugar donde habitaban sus recuerdos dolorosos, con la promesa de vivir la vida que deseaba, había resistido hasta ahora con un espíritu tenaz. Pero frente a un nuevo comienzo, la tensión, el miedo al fracaso y la tristeza inconsciente irrumpían en su mente como un torbellino.
De pronto, su voz se apagó, y con la embriaguez colmándola, bajó la cabeza y se quedó dormida por un momento.
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Una sensación como de haber recibido un golpe en la cabeza.
Una sensación de que algo estaba mal.
La vida de ella había sido mucho más dura y agotadora que la de los demás. Sin embargo, nunca perdió la actitud de protegerse, y siguió adelante en silencio, repitiendo nuevos retos y comienzos, viviendo su vida con plena autonomía.
En cambio, Félix había tenido padres que lo cuidaban, talentos que el cielo le había dado, tiempo para intentarlo una y otra vez… pero siempre se excusaba en todo ello. Hasta entonces no había comprendido nada, no había descubierto nada; simplemente se había dejado arrastrar por el paso del tiempo.
La historia que ella recitó hasta el final dejó en Félix un largo eco. Se hundió en la vergüenza de haber usado las excusas como escudo, y en el remordimiento por todo lo que había dejado escapar. Frente a ella, dormida, se quedó mucho rato en silencio.
En ese instante comprendió que, sin importar la situación o el tipo de vida que uno desee, todo depende de la actitud con que se viva. Que, aunque los obstáculos alarguen el camino, si se avanza paso a paso, el tiempo pasado se llena de sentido.
Félix lo supo: con la fortaleza y la firmeza que ella mostraba, sin duda lograría salir de su confusión y cumplir su sueño.
Y mirándola dormir, abrió por fin la boca:
—Si se trata de ti… al final lograrás cualquier cosa. Gracias a ti, ahora yo también lo sé. Gracias.