Despedida
Anhelo

Tres semanas pasaron más rápido de lo que imaginaban, y llegó el día en que Gabriel debía marcharse. Para entonces, se habían vuelto demasiado importantes el uno para el otro, y entre sollozos hicieron un pequeño lazo con los meñiques. Prometieron que aquella despedida no sería el final, que volverían a encontrarse algún día.


.
.
.


El tiempo pasó, y Noel se sentó solo en la playa donde solía correr y jugar con él, perdido en sus pensamientos. Desde que él se fue, Noel le había enviado varias postales llenas de cariño, pero, por más días que esperara, nunca llegaba una respuesta, y no podía saber nada de su paradero.

La abuela de Gabriel, ya muy mayor y con dificultades para moverse, se había trasladado, pocos días después de su partida, a una residencia en la región donde vivía el resto de la familia, dejando atrás la casa en la isla. Así, el último vínculo con él también se rompió, y a Noel no le quedaba más que seguir extrañándolo.

¿Seguía todavía con dolor?
¿Se habría recuperado su cuerpo?
¿Estaría viviendo bien?

Al principio, Noel sentía una gran curiosidad por su estado,
pero cuando pensamientos negativos se asomaban en su mente,
no podía hacer otra cosa que repetirse que él estaría bien.

Así fue como Noel lo echó de menos durante toda su vida escolar,
y los recuerdos con él permanecieron en su corazón, envueltos en nostalgia.


.
.
.


Al volver en sí, Noel escuchó de nuevo el sonido de las olas y el canto de las aves.
Ahora, ya de mediana edad y de regreso a su tierra natal,
pensó en él y susurró al aire:

“Prefiero que me hayas olvidado pero sigas vivo;
prefiero quedarme yo con un poco de tristeza,
con tal de que seas feliz y vivas bien.”

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Anhelo

Tres semanas pasaron más rápido de lo que imaginaban, y llegó el día en que Gabriel debía marcharse. Para entonces, se habían vuelto demasiado importantes el uno para el otro, y entre sollozos hicieron un pequeño lazo con los meñiques. Prometieron que aquella despedida no sería el final, que volverían a encontrarse algún día.


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El tiempo pasó, y Noel se sentó solo en la playa donde solía correr y jugar con él, perdido en sus pensamientos. Desde que él se fue, Noel le había enviado varias postales llenas de cariño, pero, por más días que esperara, nunca llegaba una respuesta, y no podía saber nada de su paradero.

La abuela de Gabriel, ya muy mayor y con dificultades para moverse, se había trasladado, pocos días después de su partida, a una residencia en la región donde vivía el resto de la familia, dejando atrás la casa en la isla. Así, el último vínculo con él también se rompió, y a Noel no le quedaba más que seguir extrañándolo.

¿Seguía todavía con dolor?
¿Se habría recuperado su cuerpo?
¿Estaría viviendo bien?

Al principio, Noel sentía una gran curiosidad por su estado,
pero cuando pensamientos negativos se asomaban en su mente,
no podía hacer otra cosa que repetirse que él estaría bien.

Así fue como Noel lo echó de menos durante toda su vida escolar,
y los recuerdos con él permanecieron en su corazón, envueltos en nostalgia.


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Al volver en sí, Noel escuchó de nuevo el sonido de las olas y el canto de las aves.
Ahora, ya de mediana edad y de regreso a su tierra natal,
pensó en él y susurró al aire:

“Prefiero que me hayas olvidado pero sigas vivo;
prefiero quedarme yo con un poco de tristeza,
con tal de que seas feliz y vivas bien.”

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Tres semanas pasaron más rápido de lo que imaginaban, y llegó el día en que Gabriel debía marcharse. Para entonces, se habían vuelto demasiado importantes el uno para el otro, y entre sollozos hicieron un pequeño lazo con los meñiques. Prometieron que aquella despedida no sería el final, que volverían a encontrarse algún día.


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El tiempo pasó, y Noel se sentó solo en la playa donde solía correr y jugar con él, perdido en sus pensamientos. Desde que él se fue, Noel le había enviado varias postales llenas de cariño, pero, por más días que esperara, nunca llegaba una respuesta, y no podía saber nada de su paradero.

La abuela de Gabriel, ya muy mayor y con dificultades para moverse, se había trasladado, pocos días después de su partida, a una residencia en la región donde vivía el resto de la familia, dejando atrás la casa en la isla. Así, el último vínculo con él también se rompió, y a Noel no le quedaba más que seguir extrañándolo.

¿Seguía todavía con dolor?
¿Se habría recuperado su cuerpo?
¿Estaría viviendo bien?

Al principio, Noel sentía una gran curiosidad por su estado,
pero cuando pensamientos negativos se asomaban en su mente,
no podía hacer otra cosa que repetirse que él estaría bien.

Así fue como Noel lo echó de menos durante toda su vida escolar,
y los recuerdos con él permanecieron en su corazón, envueltos en nostalgia.


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Al volver en sí, Noel escuchó de nuevo el sonido de las olas y el canto de las aves.
Ahora, ya de mediana edad y de regreso a su tierra natal,
pensó en él y susurró al aire:

“Prefiero que me hayas olvidado pero sigas vivo;
prefiero quedarme yo con un poco de tristeza,
con tal de que seas feliz y vivas bien.”

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Tres semanas pasaron más rápido de lo que imaginaban, y llegó el día en que Gabriel debía marcharse. Para entonces, se habían vuelto demasiado importantes el uno para el otro, y entre sollozos hicieron un pequeño lazo con los meñiques. Prometieron que aquella despedida no sería el final, que volverían a encontrarse algún día.


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El tiempo pasó, y Noel se sentó solo en la playa donde solía correr y jugar con él, perdido en sus pensamientos. Desde que él se fue, Noel le había enviado varias postales llenas de cariño, pero, por más días que esperara, nunca llegaba una respuesta, y no podía saber nada de su paradero.

La abuela de Gabriel, ya muy mayor y con dificultades para moverse, se había trasladado, pocos días después de su partida, a una residencia en la región donde vivía el resto de la familia, dejando atrás la casa en la isla. Así, el último vínculo con él también se rompió, y a Noel no le quedaba más que seguir extrañándolo.

¿Seguía todavía con dolor?
¿Se habría recuperado su cuerpo?
¿Estaría viviendo bien?

Al principio, Noel sentía una gran curiosidad por su estado,
pero cuando pensamientos negativos se asomaban en su mente,
no podía hacer otra cosa que repetirse que él estaría bien.

Así fue como Noel lo echó de menos durante toda su vida escolar,
y los recuerdos con él permanecieron en su corazón, envueltos en nostalgia.


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Al volver en sí, Noel escuchó de nuevo el sonido de las olas y el canto de las aves.
Ahora, ya de mediana edad y de regreso a su tierra natal,
pensó en él y susurró al aire:

“Prefiero que me hayas olvidado pero sigas vivo;
prefiero quedarme yo con un poco de tristeza,
con tal de que seas feliz y vivas bien.”

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